Cuba en forma de violín


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Novedades locales, 11.11.2022

Un singular concierto tuvo lugar en la antigua Ópera de La Habana una noche de diciembre de 1863. El gran Ignacio Cervantes compartía salón con el Maestro Joseph Van der Gucht en la Ópera de La Habana. En medio del concierto, un violinista de prestancia insólita acaparaba la atención del público: un niño de once años, negro, cargado con un violín que tocaba con un virtuosismo fuera de lo habitual.

Lissy Abreu Ruiz
Lissy Abreu Ruiz @ Fabrizio Sansoni

Aquel niño negro que tocara en un gran escenario, de la mano de dos Maestros de la música, se llamaba Claudio José Domingo Brindis de Salas y Garrido, Brindis de Sala, quien supo pasear su nombre y su arte por los escenarios más importantes del mundo en una época en que los prejuicios raciales derivados de cuatro siglos de esclavitud en la Isla, se convertían en serios obstáculos para la plena realización de una población marginalizada, en cualquier manifestación humana, incluyendo a las artísticas.

Claudio nació en 1852 en una familia musical. Su padre era un insigne violinista que, si bien era negro, compartió las mejores y más notables fiestas ofrecidas en salones de la aristocracia habanera y pudo enviar al hijo al Conservatorio de París, con diecisiete años, donde fue alumno de quien, a su vez, fuera alumno del propio Niccolo Paganini, el Maestro Camilo Ernesto Sivori, su gran influencia en los gestos dramáticos del virtuosismo romántico típico de Paganini.

Desde entonces se proclamó merecedor de halagos en los principales auditorios del mundo.

Su vida transcurrió en alternancias entre la lírica y la bohemia. El 2 de junio de 1911, El Rey de las Octavas muere en Buenos Aires. Veinte años de ausencias en escenarios y periódicos, había llegado de Europa pobre, deshecho y tuberculoso. Después de haber paseado por el mundo su alma, que era un violín, vendido por diez pesos, murió solo en una pensión, identificado por un pasaporte alemán, sin siquiera el consuelo de morir abrazado al violín que le hizo célebre.

Su estampa nos mira atravesar la calle Mercaderes, entre O´Reilly y Empedrado. Una figura nos recuerda a él en el mural del Liceo Artístico y Literario de La Habana, en un extremo, como quien sale al paso del transeúnete y reconstruye un pasaje de la historia.

Sea su espíritu musical el aliento de la IV Edición del Habana Clásica, ocasión especial luego de tanta espera. Vientos y percusiones no bastarán, las cuerdas captarán la fina atención y el violín, en honor a Brindis de Salas, será protagonista de gran parte del programa que se extiende del 5 al 20 de noviembre.

A nuestras salas, transformadas por una época, acudirán algunos de los más aplaudidos violinistas del mundo para engalanar un programa que, gracias a la excelencia del equipo organizador, no tiene precedentes en el panorama de nuestros escenarios musicales.

Así lo soñó Marcos Madrigal, Director artístico y, con el apoyo incondicional de la Embajada Suiza en Cuba, mecenas imprescindible con un marcado interés en el desarrollo de la música cubana, ejecutado a través de donaciones generosas, colaboraciones fundamentales y proyectos que verán la luz próximamente, con parecidas asociaciones, para el fomento de los jóvenes talentos, este sueño se ha hecho realidad.

Nos trasladamos en el tiempo y el espacio hasta L´Estro Armonico, de Vivaldi, el concierto que hizo al Maestro Dmitri Sitkovetsky cambiar sus ademanes modernos por formas barrocas y ocupar el lugar subyugante que ocupa hoy en el panorama de la música barroca, saliendo de los esquemas y logrando mantener diversos repertorios. Maestro graduado del Conservatorio de Moscú, que entreteje con el virtuosismo ruso y la cantabilitá italiana, sus delicadezas como violinista, director de orquesta y contratenor. De Bach a Mozart, de Beethoven a Berg, en las más grandes Orquestas del mundo, dirigiendo o interpretando. Profesor del Conservatorio Estatal de Moscú, Director titular de la Ópera de Nizhny Novgorod, un virtuoso que engalana el catálogo del Festival Habana Clásica, y que se une a nuestra celebración bajo el halo de la fraternidad y el encuentro, por vez primera, con el público cubano.

Cuenta la leyenda que Antonio Stradivari construía alrededor de trece violines por año en el primer cuarto del Siglo XVIII. Un árbol se convierte en madera, sin apurar los años que le cuesta desecar, justo al límite de su madurez para culminar el ciclo vital luego de armado el instrumento. En 1703, el luthier hizo un violín de tono excepcional bautizado como Dancla, luego de que el violinista francés Charles Dancla lo tocara por dos décadas. Algo más de tres siglos después, Linus Roth le procura las mejores melodías. Uno de los violinistas clásicos más interesantes de nuestro panorama, Linus se nos presenta, además, como un fiel defensor de obras e intérpretes olvidados por la historia. El alemán, ganador del Premio Echo Klassik, se ha presentado en solitario, en grandes Orquestas, como pedagogo y como organizador del Festival Internacional Ibiza Concerts, llega a Cuba con el compromiso de regalarnos sus melodías clásicas de la mano de Marcos Madrigal y la Orquesta de Cámara de La Habana.

Siguendo la ruta del violín, trastocando cronologías para atravesar la antigua Mesopotamia en un viaje musical, contamos con la excelencia de Brusk Zanganeh, violinista sueco de orígenes kurdos, músico versátil que abarca lo clásico, lo folclórico y amante del arte de la improvisación. Tocando un Gennaro Gagliano, como músico de cámara o solista, dedicado a la salvaguarda de la música tradicional que acompaña sus orígenes, Brusk llega a La Habana, para brindar una dosis de exotismo a nuestro auditorio.

De violines tempestuosos llegamos hasta el arco de Tijmen Huisingh, holandés laureado en prestigiosos concursos internacionales, actual líder del Cuarteto de Edimburgo y concertino asociado de la Orquesta de Cámara de Holanda que llega por primera vez, luego de andar por los escenarios orquestrales de la vieja Europa, a escenarios cubanos y trae en sí, el espíritu holandés que acompaña la historia musical cubana desde Hubert de Blanck.

Pero hay un trinar de violines muy cubano, cuerdas muy particulares que florecieron en el Siglo XIX, trenzando las rutas de la música popular y de concierto, la aristocracia y la negritud, y que se debaten en la ruta de la transculturación. Violines por todos lados, en ofrendas a Oshún, orisha de oro y canela, Virgen de la Caridad del Cobre y Patrona de Cuba. Violines en la guaracha, la guajira, el danzón, el chachachá.

No faltarán las melodías cubanas de Lissy Abreu Ruiz que nos trae, desde Suecia, el entusiasmo de quien regresa a su público. Solista en diversos formatos de música de cámara y en compañía de su hermana, la guitarrista clásica Ariadna Abreu Ruiz, ha viajado por los escenarios europeos. Miembro Co-principal de la Orquesta de Cámara Old Ox Chamber Orchestra y diplomada como solista en la Real Academia de Música de Estocolmo.

De nuestra Universidad de las Artes contamos con las violinistas Yilian Concepción y Lisbet Sevila, que, además, forman parte de la Camerata Romeu y de la Orquesta del Lyceum Mozartiano de La Habana respectivamente.

Junto a estos nombres que rendirán culto a la música clásica advenida en escenarios cubanos, sonarán los violines orquestrales de cada encuentro vespertino y, como un homenaje a ese particular abanico sonoro de maderas y barnices, tan cercano a nuestra voz, el Festival Habana Clásica recuerda a Brindis de Salas, ese virtuoso de las octavas que enfrentó, con su arte, a la ciudad y su tiempo.